lunes, 25 de marzo de 2013

PALEOINDIO EN ECUADOR

El hombre llegó tardíamente al Nuevo Mundo, ya siendo un Homo Sapiens plenamente desarrollado. Esto impone a su primera migración una fecha máxima de unos cincuenta mil años de antigüedad, aunque se supone que debió darse en fechas muy posteriores.
    Las glaciaciones fueron el fenómeno detonante que propició el poblamiento humano del continente americano en la más lejana prehistoria. Éstas se relacionan con amplias oscilaciones climáticas, que a su vez fueron factores de desplazamiento de los organismos vegetales y animales, influyendo incluso en el surgimiento de nuevas variedades, detectadas por la paleontología y paleoetnobotánica, así como en la extinción de otras.
    No es sino hasta el último período glaciar pleistocénico cuando el hombre hace su aparición por el Norte de América. De este período, para Sudamérica, puede decirse actualmente, con bastante seguridad, que sus hielos no avanzaron más allá de la base oriental de la alta cordillera andina, excepto en el extremo Sur del continente, es decir, la zona magallánica, en donde llegaron hasta el océano Atlántico.
    El estrechamiento de Sudamérica hacia el Sur, unido a los efectos del clima oceánico, llevaron a la formación de un casquete de hielo continental relativamente limitado que cubría toda la Patagonia chilena, Tierra de Fuego y sólo parte de la Patagonia argentina. Entre los 30º y los 40º S los hielos andinos forman una masa continua, bajando hasta los valles del piedemonte argentinos y chilenos. Más al Norte, sólo en la alta cordillera y rodeando a cimas aisladas de más de 4.500/5.000 m existen masas de hielo mayores de las que aún se conservan. Reaparece una faja continua a una altitud oscilante entre 3.500/4.000 m, en las ramificaciones de las cordilleras del Centro-Norte de Perú. En el  Ecuador y Colombia los glaciares son numerosos pero relativamente pequeños, y se hallan, por lo general,  a una altura mínima de 3.300/3.800 m. En la cordillera oriental de Colombia (sabana de Bogotá) se ha calculado que la temperatura durante las fases de glaciación máxima era de unos 8º C inferiores a las de hoy día; en cambio, en los momentos más cálidos de los períodos interglaciares, la temperatura era de unos 2 a 3º C superior.
    A todo lo largo de los glaciares sudamericanos corría una faja de vegetación tipo tundra, que desde el Sur de Perú tomó gran amplitud; luego sería una zona con bosques de coníferas más amplia que la actual, que termina en el Norte argentino para ser sustituida por una faja cada vez más ancha de estepa fría, y paralela a ésta una estepa-pradera más estrecha que la de la actual «pampa húmeda». En la extensa área guayano-brasileña hubo, asimismo, desplazamiento de los bosques tropicales, las sabanas y la selva ecuatorial.
    El fin de la etapa glaciar se produce con el período conocido como Holoceno, en el que se produce un franco retroceso de los casquetes helados. Es una etapa en la que encontramos aumentos y retrocesos en la humedad, con alzas y bajas en la temperatura, que han podido ser identificadas en la cueva de Lauricocha (Perú), sirviendo de referencia para las áreas andinas septentrional y central.
    Este es el medio biogeográfico en el que se desarrolló la irrupción humana en América, sus sucesivas migraciones y, con ello, el poblamiento de las distintas áreas continentales. Las primeras corrientes del poblamiento americano, que parecen provenir de Asia, debieron seguir dos caminos: uno por el Estrecho de Bering, todavía un puente territorial, con Alaska no cubierta por el hielo salvo en las altas motañas, y el Bering seco, un corredor abierto entre el casquete glaciar y los glaciares de montaña de la gran Cordillera de las Rocallosas, que se debió abrir posiblemente en el interestadial entre Tazewell y Cary (dentro de la glaciación Wisconsin, última fase glaciar Norteamericana), y que, después de Cary, formaba ya una ancha faja accesible a lo largo del casquete glaciar, a lo largo del Mackenzie y de la región de las praderas canadienses para buscar la región del Missouri y del Mississippi.
    Otra posibilidad la ofrece la probable mayor anchura de la costa del Pacífico de Norteamérica, en el borde de sus cordilleras litorales, fenómeno semejante al ocurrido en las costas del Este de Asia, con lo que sería posible que hombres procedentes de esta última región bordearan América por las costas pacíficas hasta Vancouver y penetraran en la Gran Cuenca y en el Sudoeste de los Estados Unidos, México y, salvando la zona montañosa del istmo de Panamá, penetraran en Sudamérica  llegando hasta las regiones patagónicas.
    Los caminos que seguirían en el subcontinente sur, desde Panamá, serían, por la costa de Venezuela, por los valles del Magdalena y del Cauca, a través de Colombia y por el Ecuador, Perú y Bolivia. Mientras por una parte seguirían hacia la costa del Norte de Chile, por otra buscarían el Sur de Brasil, penetrando en el Matto Grosso hasta llegar a Minas Gerais o, a través de las tierras altas de Bolivia y del Chaco argentino, llegarían a Uruguay, la Pampa y la Patagonia, alcanzando los territorios magallánicos y la Tierra del Fuego. Al menos tres migraciones se produjeron hacia el continente americano, siendo dos únicamente las que penetraron hasta Sudamérica:
    (1) La primera migración correspondería a una etapa de cazadores-recolectores inferiores que utilizan una industria de lascas y nódulos (bifaces, choppers), ubicada temporalmente entre el 70.000 y el 25.000 a. C.
    (2) La segunda migración correspondería a grupos de cazadores especializados que utilizan puntas bifaciales talladas por presión. Esta migración se localiza entre el 13.000 y el 10.000 a. C.
    En los orígenes culturales americanos, por tanto, se aceptan tres grandes etapas iniciales dentro de la fase Paleolítica: la Cultura de nódulos y lascas (1.ª migración), la Cultura de Cazadores Especializados (2.ª migración) y la Cultura de Cazadores-Recolectores y Cultivadores (plenamente americana), siendo esta última la que daría paso a la Revolución Neolítica, y al desarrollo de las culturas agro-alfareras y, con el tiempo, de los grandes complejos socioculturales ecuatorianos.
 
CULTURA  DE  NÓDULOS  Y  LASCAS.

Esta cultura ha sido denominada genéricamente con el nombre de Protolítico, englobando todos los fenómenos y tradiciones materiales que transcurren desde las fechas dadas para el poblamiento inicial hasta la aparición de industrias líticas elaboradas, producto, sobre todo, de la segunda migración.
    En la Península de Santa Elena, en el sitio de Exacto, se han localizado materiales de esta cultura, caracterizados por la presencia de toscos instrumentos realizados a partir de lascas de sílex o nódulos tabulares con retoque marginal. También en la zona serrana septentrional se encuentra el yacimiento de Urcuhuayo, próximo a Alangasí, con materiales semejantes a los encontrados en Exacto, y en el que se localizaron restos de un mamut muerto y parcialmente quemado por el hombre.
    Con esta cultura de nódulos y lascas podría relacionarse el cráneo fósil de mujer encontrado en la quebrada Chalán, cerca de la aldea de Punín (Riobamba). Dicho cráneo apareció en el interior de un depósito volcánico que contenía fósil de caballo, mastodonte andino y mylodón, que no estaban en asociación directa con el cráneo, hallado a unos 15 m de ellos, pero que es muy verosímil que sean contemporáneos, con lo que los restos humanos de Punín serían pleistocénicos.
    Estas industrias tienen sus paralelos en los yacimientos de El Abra (Colombia), con una fecha de C-14 de 12.460 ± 160 a. C., y de Oquendo, en la costa central de Perú, lo que nos lleva al conjunto de evidencias protolíticas de los Andes Centrales, con algunas fechas que rondan los 20.000/12.500 a. C. Se supone que estos grupos de cazadores incipientes debían ser pequeños, con una economía básicamente recolectora y caza como actividad suplementaria.

CULTURA  DE  CAZADORES  ESPECIALIZADOS.

El yacimiento más conocido de este período es el de El Inga, ubicado al Este del Ilaló, entre este cerro y la Cordillera Oriental, a una altura de 2.520 m.s.n.m., con varios niveles arqueológicos y dándose como fecha más antigua la del 9.030 a. C. Han sido localizados más de 50 sitios en un área de 17/18 km alrededor de Tumbaco, Puembo y Pifo en el Norte hasta Alangasí y la Merced en el Sur, la mayoría con una ocupación que pervive hasta períodos cerámicos, y con  un rasgo típico que las identifica: el uso de la obsidiana para la realización de sus puntas.
    Los niveles inferiores de El Inga presentan unos materiales que han sido definidos como de transición entre las dos fases citadas de cazadores incipientes y especializados. Los instrumentos más frecuentes son buriles, perforadores y raederas, así como algunas puntas, con retoque unifacial, que pudieran ser de proyectil. El hueso y estas posibles puntas de proyectil son las que conceden al conjunto su carácter transicional. Paralelos de estos conjuntos los encontramos en los sitios colombianos de Tequendama y Tibitó. 
    Los niveles superiores se relacionan con los dos grandes horizontes industriales/culturales de esta etapa: el horizonte El Inga-Fell I - Los Toldos, cuyas fechas más antiguas están en torno al 9.000 a. C., y cuyo rasgo diagnóstico son las llamadas puntas de «cola de pescado», y el horizonte andino de puntas lanceoladas o foliáceas, comenzando hacia el 8.000 a. C., y con sitios tan conocidos dentro del área andina como Lauricocha, Viscachani o El Inga II.
    Del primer horizonte, en El Inga, se recuperaron más de 80.000 piezas de obsidiana y basalto, entre las que abundan las puntas de proyectil con la típica acanaladura en el pedúnculo, que les da a estos últimos la conocida forma de «cola de pescado». El sitio ha sido identificado como un campamento-taller en el que, junto con las citadas puntas, aparecen cerca de otros cincuenta tipos de artefactos. Asimismo encontramos, a mayor altura aún, los sitios de Cubilán, entre las provincias de Azuay y Loja. Estos son campamentos provisionales, básicamente talleres, fechados entre el 8.550 y 7.150 a. C. La industria lítica es algo diferente de la anterior y se relaciona en gran medida con la llamada cultura de Paiján. El material de fabricación de los instrumentos (raspadores, cuchillos, perforadores y puntas) también cambia, siendo en este caso la materia prima el pedernal.
    Por su parte, el segundo gran horizonte lítico se caracteriza por la presencia de puntas de proyectil alargadas, sin pedún-culo, de forma lanceolada o foliácea, trabajadas básicamente a percusión. Aunque los materiales están presentes en El Inga, el yacimiento tipo de este horizonte es Lauricocha, en los Andes Centrales, cerca de las fuentes del río Marañón. 
    Con características diferenciales respecto a los dos anteriores horizontes, se desarrolló entre el 8.000/5.500 a. C. en la costa Norte de Perú y sierra Sur del Ecuador el llamado Complejo Paiján, que presenta claras diferencias con los anteriores en la elaboración de las puntas de proyectil que, en este caso, tienen un largo limbo triangular y un pedúnculo estrecho.
    Estos grupos parecen haber sido principalmente cazadores-recolectores y su área de influencia llega hasta El Inga III a través de la Cueva de Chobshi, en el Azuay. El sitio, localizado a 2.400 m de altura en una zona de bosque montañoso, presenta cuarenta y seis tipos de herramientas diferentes, asociadas a fauna moderna, y realizadas, en su mayor parte, en cuarcita o pedernal.
    Es interesante anotar la aparición de instrumentos ejecutados en obsidiana, materia prima que hubo de ser importada y que nos habla de la movilidad de estos grupos. Los individuos que desarrollaron todas estas industrias seguían agrupándose en bandas, aunque éstas eran más numerosas y tenían mayor número de miembros que en la fase anterior, con un cierto tipo de rangos dentro del grupo, y dedicándose a la caza y la recolección paralelamente (probablemente con una clara división sexual del trabajo), cazando los últimos animales de la fauna pleistocénica, así como animales de menor tamaño, como los venados y la danta o tapir, y recolectando semillas, frutos y raíces comestibles de las plantas silvestres de los páramos o los valles cercanos.
    Por último, un sitio precerámico costero, el sitio de Vegas en la Península de Santa Elena, con una fecha del 8.000 a. C., presenta materiales de esta tradición cultural descrita, así como una nueva industria que va a marcar una revolución en la cultura humana, los orígenes de la agricultura, y que conforman la última fase del paleoindio ecuatoriano.

8 comentarios: